Yo estuve en el último concierto de los Burning

Yo estuve en el último concierto de los Burning

Después de más de 2.000 directos

En la mítica sala Riviera

Sábado a la noche (que diría Moris) en la Riviera, la Rivi, la mítica sala madrileña a orillas del mismísimo Manzanares. Más castiza no puede empezar la cosa. Llegamos mi hijo adolescente y yo (hay que ir culturizando a la siguiente generación) con el concierto ya empezado. Nos perdemos Bestia azul, pero entramos a ritmo de rockabilly con Baila mientras puedas. La noche promete. El concierto número 2.001 de Johnny Cifuentes y sus incandescentes Burning, nos recuerda, va a ser el último. No va más. Se acabó. Hasta aquí hemos llegado. Twitea éste post compártelo en Facebook

«Prefiero dejar un bonito cadáver», confiesa Johnny. Como el del guapo John Derek/Nick Romano en Llamad a cualquier puerta (sí, la frase NO es de James Dean). Y sí, la banda ha vivido deprisa, pero no ha muerto joven, ni mucho menos. 45 años son unos cuantos años, y más en este país. Pocas bandas en España han sobrevivido cuatro décadas y media con tan buena mala salud, con más de dos mil directos, muchos miles más de leales fans y la honestidad artística intacta durante todo el tiempo. A pesar de las pérdidas. El peaje del Rock.

¿Rock de barrio? ¡No, Rock Universal!

Es mérito de Johnny haber llegado hasta aquí, sin duda. Haber rehecho la banda tras la pérdida de Toño y Risi. Haber continuado el sueño de ese puñado de chavales de barrio que querían ser los Stones. Manteniendo la senda establecida –rock ‘n’ roll, punto- sin venderse a modas, tendencias, tentaciones o traiciones. Puros rock ‘n’ roll. No rock de barrio, no rock callejero. Rock sin etiquetas. («¡Los Burning! 40 años de Rock Universal», clamó Bunbury en aquel “Vivo y Salvaje” de 2016). El rock de Jagger y Richards, el de Lou Reed y T Rex, el de Chuck Berry, Slade, los New York Dolls, el viejo blues de Willie Dixon o del queridísimo Eric Burdon. Rock de medios tiempos, de riffs mágicos, de impecables solos de guitarra y saxo. De letras que, como los buenos rocks, cuentan historias reales. Cuentan la vida.

Dice Johnny que no cambiaría ni una coma de su historia, la suya y la de Burning, porque aunque hayan visitado el infierno, también han arañado el cielo. Con las mismas manos con las que se ha agarrado Johnny desde aquel lejano 1975, como si en ello le fuera la vida, al rock, a la música, a sus colegas, a su público. Todo viene a ser lo mismo.

«Dice Johnny que no cambiaría ni una coma de su historia, la suya y la de Burning, porque aunque hayan visitado el infierno, también han arañado el cielo«

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El hijo del taxista

En su directo grabado en el legendario bar de Johnny Cifuentes, El Cocodrilo, el bilbaíno Iñigo Coppel (ex Zodiacs) recuerda una anécdota que viene muy al caso. El día que fue a ver a los Burning con unos amigos en Bilbao, después del concierto se fueron de poteo con sus ídolos por el Casco Viejo. En un momento dado, uno de ellos le dice a Johnny: «Joder, Johnny, si supierais… Para nosotros el Rock and Roll es lo más importante y vosotros sois los más grandes.» Entonces Johnny se quita las gafas de sol, les mira a los ojos y les dice: «Chicos, yo solo soy el hijo de un taxista; vosotros también podéis hacerlo». Mucho Johnny. Mucho Burning. Porque la banda, que se inspiró en los grandes, ha sido luego inspiración de otros muchos grandes por estos lares, además de Coppel y sus colegas. Un legado de 45 años que ha tocado con su varita mágica a gentes como Pereza, Bunbury, Loquillo, Tarque, Josele Santiago, Fito, Luz Casal, Los Zigarros, Jose Bulevar… Por poner solo unos pocos.

Recuerdos del pelo largo en la Riviera

Y todo eso, que es la historia misma de los Burning, se sintió, se respiró, se vivió, en la Riviera el sábado a la noche. Una sala a rebosar de camisetas negras (dress code casi obligado) y recuerdos del pelo largo (abundaban las calvas). De buen ambiente y muchas ganas de pasárselo bien. Que es de lo que se trataba. Y el hijo del taxista y su banda desde luego que no defraudaron. Pedazo de banda, por cierto: Nico y Edu compitieron en virtuosismo con la guitarra; Carlitos y su chulería al bajo; Kacho, energía pura, a la batería y Nico Roca acompañando con la percusión; Miguel, inmenso, sacándole el alma al saxo; y Johnny, as usual, en los teclados. Sonaron temas míticos y algunos nuevos (de “Pura Sangre”), y sonaron todos con la misma calidad, con la misma verdad y con la misma intensidad. E idéntica respuesta del público, entregado al cien por cien.

Tú te llevas todo de mí y luego te vas, podríamos reprocharle a Johnny en sus propias palabras… pero antes también me lo has dado todo. Todo y todos. Pasaron por La Riviera las chicas del Drugstore, y Jim Dinamita tratando de chulearnos la piba por el morro. Y estuvimos todo a cien, sin nada de estrés y manteniéndonos un par de palmos por encima del bien y del mal, ah, ah, ah, ah… Y le cantamos una balada a una desconsolada viuda y calmamos su ansiedad; y mentimos para ligar y todos a coro le cantamos a Madrid, sacándole de paso unas lágrimas al Johnny («¡Cómo os quiero!»), canalla romántico donde los haya. Twitea éste post compártelo en Facebook

Y luego nos movimos en la oscuridad –noches, risas y calor- y nos trasegamos una ginebra seca y brindamos al ritmo de los Stones -jumping jack flash-satisfaction-brown sugar- y volvimos a mover las caderas alante y atrás, alante y atrás. Y dos mil gargantas enfervorecidas coreaban al unísono una y otra vez «Joooohnny, Joooooohnny» y Johnny se dejaba querer y hasta se dio un baño de masas, o mejor un chapuzón, lanzándose al público para saber qué se siente ahí abajo, cuando tocan los Burning. Y aún quedaba lo mejor.

No es extraño que estemos locos por ti

Sí, aún quedaban los bises. Y después de no dejarnos parar de gritar ni de saltar, acabamos reafirmándonos en una verdad absoluta desde hace 45 años: que no es extraño, nada extraño, que estemos locos por los Burning; y que, aunque se retiren de los escenarios, no estaremos ni una noche sin ti, Johnny, sin Toño, sin Pepe Risi, sin vuestras nenas, sin vuestros chulos, sin vuestras historias, sin vuestros sueños. Sin vuestros recuerdos del pelo largo. Sin sintonizar a los Stones o escuchar esos viejos blues, queridísimo Eric Burdon. Y si un sonido lejano llega a nuestros oídos, nos acercaremos por si es algo más que un sueño. Y cuando nos sintamos solos, quedaremos en la barra del Cocodrilo, en el barrio de Lucero. Quizá esté en la cabina un tal Johnny, pinchando R&R y compartiendo risas, charla y cerveza con un puñado de viejos amigos.

«Y dentro de un tiempo, poco o mucho, cuando echemos la vista atrás, o cuando suene Una noche sin ti en el altavoz del coche, nos miraremos y pensaremos, con una sonrisa, «Yo estuve allí»«

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Yo estuve allí

No va más. El concierto –¡el último concierto de los Burning!-, ha tocado su acorde final. Mi hijo Pablo y yo caminamos hacia el coche con un especial sentimiento de gratitud hacia ese pedazo de banda, que, una vez más -¡por última vez!- lo ha dado todo. Y dentro de un tiempo, poco o mucho, cuando echemos la vista atrás, o cuando suene Una noche sin ti en el altavoz del coche, nos miraremos y pensaremos, con una sonrisa, «Yo estuve allí».

Burning se despide, sí. Pero no se van. Eso, además de impensable, es imposible.

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Muchas gracias!

Pepe Álvarez de las Asturias