Elton John ¿El último concierto de Rocketman?

Elton John ¿El último concierto de Rocketman?

Memorable concierto para despedirse de Madrid

Farewell, Elton John! Crónica de una despedida sobre baldosas amarillas

Uno necesitaba quitarse la espinita de aquel concierto en julio del 92, en Las Ventas. Demasiado ochentero y bailongo, sin magia, sin levitaciones, sin éxtasis. Un show bastante prescindible. Twitea éste post compártelo en Facebook

Y el miércoles fue el día, sin duda. Porque el concierto que nos brindó sir Elton John, este genio universal de la música –y del espectáculo, que también cuenta- fue sencillamente sublime, memorable. De principio a fin. Un viaje por el universo particularísimo y genial, mágico y lleno de color de este monstruo del rock business. De este moderno Mozart que nos ha regalado el siglo XX y que a muchos nos ha acompañado desde nuestra tierna adolescencia. Y aún hoy nos sigue embrujando.

Volando a lomos del hombre-cohete

Sí, el miércoles fue el día. Volamos a lomos de este hombre-cohete hasta estrellas lejanas y refulgentes, levitando al ritmo de la banda sonora de nuestra vida, de nuestra memoria y de los latidos de unos corazones que volvieron, durante más de dos horas y media, a ser jóvenes.

El vuelo empezó con fuerza. Un despegue potente de la mano de Bennie y los Jets, todos con nuestras botas eléctricas y vistiendo traje de angora. Para ir ambientando. Y, como en aquel iniciático concierto en el Troubador (véase la película) fue el momento en el que todos empezamos a levitar. También volamos con Alice, la tierna y joven Alice, y le dimos nuestro número, aunque no prometió llamarnos. Y, a partir de ahí, las cosas sólo podían ir a mejor, y nada podía ser triste (a pesar de que lo llamemos “blues”). Atravesamos en una canción todas las fronteras, físicas, mentales, espirituales. Y vimos bailar en la arena, y en nuestras manos, a esa pequeña bailarina que está siempre conmigo.

“Nada podía ser triste (a pesar de que lo llamemos “blues”)”

Pepe Álvarez de las Asturias

Y subimos aún más alto

Y compartimos vida y tipi con Perro Amarillo, y conocimos a su familia y montamos en su pony. También admiramos el orgullo de su tribu, bajo la luna amarilla… y los tambores salvajes de Ray. Y subimos aún más alto tras la estela del solitario Rocketman, en un vuelo sin tiempo, sin límite y con un final apoteósico de percusión y fuegos artificiales; seguido de un mar de neón y brillantina tan estridente como las solapas del frac de sir Elton. Y aprendimos, en el camino, que “perdón” es quizá la palabra más difícil de pronunciar, aunque también la más necesaria.

La oda más hermosa que se haya escrito

Subiendo, subiendo, en algún momento llegamos a Venus en globo, con Jesús, el hijo de Levon. Entonces, el rey de la percusión, Ray Cooper, se lo pasó como un niño en un final tremendo, brutal, mientras dejábamos a Levon ahí abajo, cada vez más lejos en la distancia y en el tiempo. Twitea éste post compártelo en Facebook

Y las lágrimas fluyeron sin vergüenza al escuchar –y sentir- la tristeza, la fragilidad, la extrema sensibilidad de Marilyn, goodbye Norma Jean, quizá la oda más hermosa que se haya escrito –y cantado- jamás. Y añoramos también a Daniel, y le agradecimos eternamente que aquel día hablara de España a su amigo Elton, «el mejor lugar que nunca haya visto». 

Y volvimos a creer en el amor

Los minutos pasaban y el suelo seguía alejándose de nuestros pies. Y allí, en lo alto, lejos de la Tierra y de sus miedos y de sus odios, volvimos a creer en el amor, porque es todo lo que tenemos, porque no tiene límites ni fronteras, ni le gustan las razas. Así de simple. La vida debe ser compasión y amor, nos recordó Elton.

Y luego cantamos canciones tristes, porque hay momentos en que las necesitamos, cuando la esperanza se ha ido y necesitas compartir tus problemas. Elton John sabe mucho de esto, ha caído en unos cuantos pozos. Pero también sabe levantarse y mantenerse en pie, como un verdadero superviviente, y volver a sentirse como un niño. «I’m still standing», grita al mundo. Y ahí sigue, en pie, reivindicando toda su vida –todas sus vidas- con orgullo, dignidad y gratitud.

“Elton John ha caído en unos cuantos pozos. Pero también sabe levantarse y mantenerse en pie, como un verdadero superviviente”

Pepe Álvarez de las Asturias

Quedaba nuestra canción

No faltaba mucho para la medianoche, y el viaje iba llegando a su fin (el batín y las pantuflas, anunciaban que era hora de irse a la cama). Pero aún quedaban dos potentes impulsos supersónicos, hacia arriba, hacia las estrellas. Quedaba nuestra canción, ese regalo de Bernie Taupin y Elton John para ti y para mí. Se lo dijimos a todo el mundo: «¡Eh, esta es mi canción!». Y quisimos aún más a Bernie por ponerlo en palabras y a Elton por darle su magia. Entonces pensamos, qué vida más maravillosa, porque estáis en el mundo, porque habéis entrado en nuestro mundo. Y, en fin, la estela de baldosas amarillas nos elevó todavía un poquito más, aunque nos quedó el sinsabor de la despedida. No fue un “adiós”, al menos, sino un “hasta siempre”. Triste consuelo, sabiendo que no volverá (quizá, si se arruina otra vez…).

Un concierto enorme

Fue, sin duda, un concierto enorme. Nostálgico y mágico, poderoso y disfrutón, estratosférico. Memorable. Para empezar, un setlist escogido con mimo, sobre todo entre sus primeros discos, setentero casi al cien por cien (cosa que yo agradecí especialmente). Una puesta en escena espectacular (un diez al realizador de la parte visual).

Unos músicos sublimes, veteranos (algunos llevan con Elton desde el minuto uno) y contundentes, que se lo pasaron de miedo sobre el escenario (Nigel Olsson, John Jorgenson, Kim Bullard, John Mahon, Matt Bissonette y en especial esa bestia de la percusión que es Ray Cooper, que tenía todo un piso del escenario para divertirse. Y vaya si lo hizo).

Y un público totalmente entregado a ese viaje orbital de música, memoria y buen rollo que propuso el hombre sentado al piano (ya no tiene edad ni cuerpo para los saltitos), este genio de la música que nos brindó la mejor despedida posible. De corazón a corazón. De alma a alma. ¿Qué más se puede pedir?

Así que, ¡hasta siempre, sir Elton John! Y, una vez más, gracias por todo.

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Muchas gracias!

Pepe Álvarez de las Asturias

Elton John – I’m Still Standing (Cannes Film Festival 2019)